Padre Pascual Uva

Padre del pobre, padre del último, Padre de la caridad… Samaritano, peregrino de bondad.

Vida...

Nació en Bisceglie el 10 de agosto de 1883. Realizó sus estudios primarios en el seminario de su ciudad natal. Luego se traslada al Seminario de Benevento y finalmente al de Conversano donde obtiene su título de bachiller en 1903. En 1904 se traslada a Roma para ingresar en el Almo Colegio Capránica y cursar sus estudios de Teología y Derecho Canónico en el Ateneo Pontificio del Seminario Romano.   

En la festividad de la Asunción de la Santísima Virgen María, el 15 de agosto de 1906, fue ordenado Sacerdote con plena conciencia de su vocación, de su dignidad y misión.

Desde los primeros años de su vida estuvo fascinado por el mensaje del Evangelio y se dejó aferrar por Cristo: habría transcurrido toda su vida guiando almas, administrando los sacramentos, anunciando la Palabra de Dios y ofreciendo sobre el altar las alegrías y dolores de la humanidad; pero el Señor tenía preparado otros planes para Él; lo había destinado a ser el Buen Samaritano de la humanidad sufriente, manifestación de su amor Providente para aquellos a los que se les negaba cualquier derecho, a los más vulnerables y pobres.

 

El llamado a una nueva misión

Una noche de invierno del 1906, encontrándose caminando por las calles de Roma, el Padre Uva es sorprendido por una lluvia torrencial y providente que lo obligó a refugiarse en una librería de libros usados- Allí dos volúmenes muy bellos llamaron su atención, era la vida y obra del Beato José Cottolengo, fundador de la Pequeña Casa de la Divina Providencia de Turín.

Aquellos libros fueron el instrumento elegido por el Espíritu Santo para hablar al corazón del joven sacerdote y manifestarle la misión que le había sido confiada; ser Apóstol de la caridad, por lo cual el lema Paulino “CHARITAS CHRISTI URGET NOS” se volverá su programa de vida.

La caridad debía ser efectiva y auténtica, no simple sentimiento o una pía aspiración, sino una concreta manifestación del amor a Dios a través de obras que aliviarán el sufrimiento de los hermanos, en los cuales Padre Uva contemplaba el rostro de Cristo sufriente.

 

 

 

A tal fin, entregó toda su vida a Cristo y lo hizo saliendo al encuentro de las necesidades de sus hermanos. Decidió ayudar al prójimo ofreciendo una casa a aquellos que se encontraban en situación de deplorable abandono. Se trataba de personas con discapacidad y enfermos mentales, a los que se tomaba como objeto de burla y desprecio social, obligándolos a vivir al margen de la sociedad, en condiciones de vida inhumana. Padre Uva quiso ofrecerles una nueva familia y una nueva casa a todos aquellos que eran rechazados y marginados.

Preparar una morada para personas con discapacidad, acogedora, capaz de hacerlos sentir cómodos; una casa donde Cristo fuera puesto en primer lugar no era una tarea fácil.

 

Los obstáculos del inicio

La organización espiritual de la parroquia, recientemente fundada y luego el estallido de la primera guerra mundial absorbieron toda la actividad del Padre Uva; pero en el contacto cotidiano con el dolor humano, impuesto a su atención por las almas, sintió delinearse siempre más su misión.

 

 

Y era necesario invocar el milagro: lo anhelaban con gemidos inenarrables, las infelices condiciones en las cuales yacían en toda Italia Meridional, las personas con discapacidad y Padre Uva, no abandonó la idea, sino que con tenacidad intentó realizarla.

 

El comienzo de la nueva Obra

En la mañana del 3 de octubre de 1921 fue colocada la piedra fundamental de la Casa de la Divina Providencia, la cual debía ser síntesis viva del Evangelio, concretización del mandamiento del Amor a Dios y al prójimo, en perfecta armonía con las enseñanzas de Jesús: “Les aseguro que lo que hayan hecho a uno solo de éstos, mis hermanos menores, me lo han hecho a mí”. (Mt 25,40)

Ahora era necesario encontrar personas disponibles a una donación incondicionada y cotidiana en el servicio de estos hermanos, eran necesario contar con Hermanas.

Padre Uva había formado, con instrucciones y lecturas, en el espíritu de caridad a ocho jóvenes catequistas del grupo de las Hijas de María, las había ejercitado en la asistir a pobres y ancianos, las había transformado en sus colaboradoras, invistiéndolas de la misma luz que poco a poco le aclaraba su misión, contagiándoles su amor a Jesús y su deseo de salvar muchas almas.

Ellas impulsadas por el amor a Dios y por el ardiente deseo de sacar a estos hermanos de la ignominia y de la burla pública, estaban dispuestas a unirse en vida común en un nuevo Instituto.

Nace así, el 10 de agosto de 1922 la Congregación de las Siervas de la Divina Providencia y la Casa de la Divina Providencia.

Ciertamente no fue una tarea fácil para estas ocho jóvenes, porque el trabajo no faltaba y las necesidades que había que satisfacer eran muchas. Armadas sólo de Cristo y de su Evangelio, ellas encontraron su tierra de misión entre las personas con discapacidad, enfermos mentales, ancianos y marginados.

Muy pronto la Congregación creció gracias a la llegada de muchas otras jóvenes que, atraídas por el amor a Jesús y fascinadas por el estilo de vida de esas hermanas, se consagraron al Señor.

 

En busca de almas

Con la Congregación de las Siervas de la Divina Providencia, crecía también la Casa. Los apelos dramáticos a la caridad del Padre Uva se volvían siempre más numerosos: los pedidos de internación sobrepasaban mucho las ayudas recibidas, por eso las Hermanas tuvieron que ir mendigando de pueblo en pueblo, bajo el sol recalcitrante del verano y bajo la fría nieve del invierno, siempre precedidas por el Padre que abría caminos y las cuidaba.

En esas giras, el Padre Uva no sólo buscaba alimentos y donaciones para sus Benjamines, también iba en busca de almas, de personas que tuvieran necesidad de su caridad, de jóvenes enamoradas de Jesús, dispuestas a consagrarse a Él en el servicio a los hermanos.

 

Otro sufrimiento que aliviar

En diciembre de 1931, el Vice Presidente de la Provincia de Bari, Abogado Vincenzo Damiani, después de haber visitado la Casa de la Divina Providencia, dijo a Don Uva: “Querido Padre Uva, has hecho una obra admirable, grandiosa. Está bien. Pero además de la discapacidad hay otro sufrimiento, no menos doloroso que necesita atención, el de los enfermos mentales. Ellos son enviados desde nuestras ciudades al Hospital de Nocera Superior…Las familias desgarradas ven partir a su ser querido, que tal vez no verán más, debido a la distancia y a la dificultad para ir a visitarlos. ¡Piénsalo!"

Rápidamente el Padre Uva acogió la invitación del Espíritu Santo a ocuparse de estos enfermos y se puso en acción. Se informó y luego, frente a la indiferencia y titubeos de las organizaciones, decidió abrir una casa también para ellos. Padre Uva se dio cuenta que las personas con discapacidad eran despreciadas y marginadas, pero los enfermos mentales eran considerados peligrosos, por lo tanto eran segregados en manicomios donde la dignidad humana era fuertemente ofendida.

Su nueva obra le permitió humanizar las condiciones de estos enfermos y de solicitar a la población a no ceder frente a la fácil solución de condenarlos a la separación absoluta del mundo. Las personas con discapacidad física o psíquica se volvieron así los privilegiados sobre los cuales concentrar toda su atención y sus cuidados.

 

Nuevas Fundaciones

Pronto la Casa de Bisceglie, pese a las numerosas construcciones que se iban realizando, para acoger a los pacientes que llegaban desde las ciudades de alrededor, fue insuficiente. Fue así que el Padre Uva decidió extender su obra comenzando con la construcción de una nueva Casa de la Divina Providencia en Foggia y luego otra en Roma y en Potenza.

 

Un lento declinar

El Padre Uva se trasladó a la casa de Guidonia una semana antes del 1 de agosto de 1955, cuando se debía inaugurar dicha Casa. Las Hermanas tuvieron el consuelo de verlo celebrar la última Misa con ellas:

“Contrariamente a las esperanzas que nosotras vivamente nutríamos, las condiciones del Padre empeoraron y a nosotras no sólo nos quedó la penosa tarea de asistirlo amorosamente sino también el deber de esculpir en nuestros corazones los ejemplos de heroica paciencia que él nos daba. Fueron 15 días de lecciones ininterrumpidas de sacrificio, que se nos daban desde la cátedra del dolor. El Señor había dispuesto que la inauguración de nuestra Casa no tuviera otra solemnidad que la del dolor y que el único documento celebrativo fuera la huella doliente que el Padre nos dejaba."

El 9 de agosto antes de volver a Bisceglie, comprendiendo que el fin era inminente, el Padre Uva reunió a las Hermanas alrededor de su cama para recomendarles la exacta observancia de la Regla, el amor fraterno y el amor a la vida de comunidad, el respeto y el amor por los que sufren. Al final las bendijo llorando.

El martes 13 de septiembre de 1955, recibe los sacramentos; su vida que había sido toda una liturgia de Caridad concluía su camino hacia Dios. Su humilde alma cristiana partió de este mundo siguiendo a Cristo, pasando a la otra orilla. Eran las 14 horas.

 

El sueño más deseado

 

El sueño más anhelado del Padre Uva fue el de extender su obra a América Latina, pero fue llamado por

el Señor a la Patria Eterna antes de poder concretarlo.

Ese sueño anhelado por el Padre e impulsado por una caridad que no conoce fronteras, quedó resonando en el corazón de las Hermanas como un llamado a concretar ese designio de amor.

Cuando Dios Padre en su providente amor marcó el tiempo justo, tuvo lugar un nuevo amanecer para las Siervas de la Divina Providencia; cuando el 4 de noviembre de 1988 llegan a Paraná, Entre Ríos, la Madre General Sor Ambrosina D’ Oria, su Vicaria Sor Florinda Di Gregorio y el Asistente Religioso Mons. Eligio Lelli. La Providencia se sirvió de Mons. Estanislao Esteban Karlic, Arzobispo de Paraná como medio concreto para realizar el proyecto tan deseado del Padre Uva.

La Caridad floreció y el 17 de mayo de 1989, se constituyó la primera comunidad en Paraná. La misma estaba formada por Sor Gianna Bocchicchio, Sor Grazia Santoro y Sor Carla Sabía.

En el año 2000, la Congregación de las Siervas de la Divina Providencia se extendió a la Ciudad de Buenos Aires y en el 2006 a Perú.

América Latina se convertió así en un nuevo horizonte donde el carisma

del Venerable Don Pascual Uva ha desplegado su Misión de Caridad.

 

Las personas que reciban gracias por intercesión del Venerable Padre Pascual Uva

se ruega comunicarlo a través de este sitio

 

 

Cronología de la vida del Venerable Padre Pascual Uva

1833

10 de agosto de 1883

Nace en Bisceglie. Hijo de Pascual Uva y de Hipólita Chiaramonte, segundo de nueves hijos.

1906

15 de agosto de 1906

Es ordenado sacerdote en Bisceglie. Regresando nuevamente a Roma para seguir sus estudios.

1906

Invierno de 1906

La lectura Providencial de la vida del Beato José Co olengo, abre su alma a una nueva y más profunda comprensión de su misión sacerdotal.

1921

3 de octubre de 1921

Inicia la construcción de la “Casa de la Divina Providencia”.

1922

10 de agosto de 1922

Reúne en vida comunitaria a 8 jóvenes que darán vida a la Congregación “Siervas de la Divina Providencia” e inicia la obra de asistencia a personas con discapacidad

1931

Funda en Bisceglie un Ins tuto para la asistencia, rehabilitación y educación de personas con discapacidad intelectual y sica.

1933

Funda en Bisceglie un Hospital Psiquiátrico.



   1945/55

Funda la casa de la Divina Providencia de Foggia. Comienza la construcción del Hospital Psiquiátrico de Guidonia en Roma y Funda el Hospital Psiquiátrico de Potenza.

1955

13 de sep embre de 1955

Muere en Bisceglie y es sepultado en la Basílica de San José.

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